CERRATEANDO - LOS TEMPLARIOS EN CEVICO DE LA TORRE Y EL CERRATO

 LOS TEMPLARIOS EN CEVICO DE LA TORRE 

Y EL CERRATO







ANTECEDENTES HISTÓRICOS


La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón (en latín: Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici), también llamada la Orden del Templo (y a menudo se dice en la forma afrancesada Orden del Temple), cuyos miembros son conocidos como Caballeros Templarios, fue una de las más poderosas órdenes monástica, militar católica de la Edad Media.​ 

Se mantuvo activa durante algo menos de dos siglos. 

Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns tras la primera cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista (principalmente desde la ciudad portuaria de Jaffa). 

La orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén, Garmond de Picquigny, que le impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. 

Esta regla, dentro del contexto templario, es conocida como Regla Latina.

La regla primitiva constaba de un acta oficial del Concilio y de un reglamento de 75 artículos, entre los que figuran algunos como:


Artículo X: Del comer carne en la semana. 

 

En la semana, si no es en el día de Pascua de Natividad, o Resurrección, o festividad de Nuestra Señora, o de Todos los Santos, que caigan, basta comerla en tres veces, o días, porque la costumbre de comerla, se entiende, es corrupción de los cuerpos. Si el martes fuere de ayuno, el miércoles se os dé con abundancia. En el domingo, así a los caballeros como a los capellanes, se les dé sin duda dos manjares, en honra de la santa Resurrección; los demás sirvientes se contenten con uno y den gracias a Dios.



 Manuscrito en pergamino sellado con nueve vueltas de hilo de seda y lacre rojo. Se puede distinguir el sello de la Orden.


Aprobada oficialmente por la Iglesia Católica en 1129, durante el Concilio de Troyes (celebrado en la catedral de la misma ciudad), la Orden del Templo creció rápidamente en tamaño y poder. 

Los caballeros templarios tenían como distintivo un manto blanco con una cruz ancorada roja sobre él. 

El 24 de abril de 1147, el papa Eugenio III les concedió el derecho a llevar permanentemente la cruz; cruz sencilla, pero ancorada o patada, que simbolizaba el martirio de Cristo, de color rojo, porque el rojo era el símbolo de la sangre vertida por Cristo, pero también de la vida. La cruz estaba colocada en su manto sobre el hombro izquierdo, encima del corazón.» 

Militarmente, sus miembros se encontraban entre las unidades mejor entrenadas que participaron en las cruzadas.​ 

Los miembros no combatientes de la órden gestionaron una compleja estructura económica dentro del mundo cristiano. 

Crearon, incluso, nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco.​ 

La órden, además, edificó una serie de fortificaciones por todo el mar Mediterráneo y Tierra Santa.

Los Templarios participaron de forma destacada en la Segunda Cruzada, durante la cual protegieron al rey Luis VII de Francia, luego de sus derrotas ante los turcos. 

Hasta tres grandes maestres cayeron presos en combate en un lapso de 30 años: Bertrand de Blanchefort (1157), Eudes de Saint-Amand y Gerard de Ridefort (1187).

Pero las derrotas ante Saladino, sultán de Egipto, los hicieron retroceder. 

Así, el 4 de julio de 1187, en la batalla de los Cuernos de Hattin, que tuvo lugar en Tierra Santa, al oeste del mar de Galilea, en el desfiladero conocido como Cuernos de Hattin (Qurun-hattun), el ejército cruzado, formado principalmente por contingentes templarios y hospitalarios a las órdenes de Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y de Reinaldo de Châtillon, se enfrentó a las tropas de Saladino. 

Este les infligió una gran derrota, en la que el gran maestre de los templarios Gérard de Ridefort cayó prisionero y perecieron muchos Templarios y Hospitalarios. 

Saladino tomó posesión de Jerusalén y terminó con el reino que había fundado Godofredo de Bouillón. Sin embargo, la presión de la Tercera Cruzada y las gestiones de Ricardo I de Inglaterra (llamado Corazón de León) lograron un acuerdo con Saladino para convertir Jerusalén en una especie de ciudad libre para el peregrinaje.

Después del desastre de los Cuernos de Hattin, las cosas empeoraron. 

En 1244 Jerusalén, que había sido recuperada 16 años antes por el emperador Federico II por medio de pactos con el sultán Al-Kamil, cayó definitivamente.

Los Templarios se vieron obligados a mudar sus cuarteles generales a San Juan de Acre, junto con otras dos grandes órdenes monástico-militares: los Hospitalarios y los Teutónicos.

Las posteriores cruzadas (la Cuarta, la Quinta y la Sexta), a las que también se alistaron los Templarios, no tuvieron repercusiones prácticas en Tierra Santa o fueron episodios demenciales (como la toma de Bizancio en la Cuarta Cruzada).

En 1248, Luis IX de Francia (después conocido como San Luis) decide convocar y liderar la Séptima Cruzada, pero su objetivo ya no es Tierra Santa, sino Egipto. 

El error táctico del rey y las pestes que sufrieron los ejércitos cruzados condujeron a la derrota de Mansura y a un desastre posterior en el que el propio Luis IX cayó prisionero. 

Fueron los Templarios, tenidos en alta estima por sus enemigos, quienes negociaron la paz y prestaron al monarca la fabulosa suma que componía el rescate a pagar por su persona.

En 1291 se produjo la caída de Acre, con los últimos Templarios luchando junto a su maestre, Guillermo de Beaujeu. Constituyó el fin de la presencia cruzada en Tierra Santa, pero no el fin de la órden, que mudó su cuartel general a Chipre, isla de su propiedad tras comprarla a Ricardo Corazón de León, pero que hubieron de devolver al rey inglés ante la rebelión de los habitantes.

La convivencia de los Templarios y soberanos en Chipre (de la familia Lusignan) fue incómoda hasta tal punto que la órden participó en la revuelta palaciega que destronó a Enrique II de Chipre para entronizar a su hermano Amalarico. 

Esto permitió a la órden sobrevivir en la isla hasta varios años después de su disolución en el resto de la cristiandad (1310).



Batalla de los Cuernos de Hattin, en 1187, momento decisivo de las cruzadas.


Tras la expulsión de Tierra Santa,  los Templarios intentarían reconquistar cabezas de puente para penetrar nuevamente desde Chipre en el Cercano Oriente. 

Fue la única de las tres grandes órdenes de caballería que lo intentó: los hospitalarios y los caballeros teutónicos orientaron sus intereses a otros lugares. 

La isla de Arwad, perdida en septiembre de 1302, fue la última posesión de los templarios en Tierra Santa. 

Los jefes de la guarnición o murieron (Barthélemy de Quincy y Hugo de Ampurias) o fueron capturados (fray Dalmau de Rocabertí).

A la postre, este esfuerzo se revelaría inútil, no tanto por la falta de medios o de voluntad como por el hecho de que la mentalidad había cambiado y a ningún poder de Europa le interesaba conquistar los Santos Lugares. 

Los Templarios quedaron aislados.

De hecho, una de las razones por las que al parecer Jacques de Molay se encontraba en Francia cuando lo capturaron era su intención de convencer al rey francés para emprender una nueva cruzada.

De paso, se enriquecían arrasando pueblos y aldeas y fundando en consecuencia palacios, conventos y monasterios por diferentes lugares de Europa. 

Por otro lado, disponían de las grandes fortunas que aportaban muchos de los nobles que entraban en la Orden, aparte de la cantidad de herencias y donativos que recibían de parte de muchos fieles. 

Caballero Templario


Hacia 1178 Fernando II permite que los Templarios establezcan una encomienda en la actual Ponferrada. 



Castillo de los Templarios en Ponferrada

Sería en Gran Bretaña, Francia, España y Portugal donde contarían con posesiones de mayor importancia. 

Sólo cien años después, a principios del siglo XIII, ya se habían convertido en la principal potencia económica de Europa, lo que comenzó a levantar ampollas entre buena parte de los poderosos de la época, reyes incluidos. 

Estos recelos y envidias desembocaron en una de las persecuciones más sangrientas de la Historia. 

Fue Felipe IV, junto a la Inquisición francesa y el Papa Clemente, el principal instigador de este acoso. 

Incapaz de saldar la deuda económica que tenía con el Temple, decidió acabar con la Orden fuese como fuese. 

Les acusó de blasfemos, de practicar la sodomía y adorar a falsos ídolos, de renegar de Cristo y de juguetear con la magia. 

Así, más de 15.000 Templarios fueron arrestados de la noche a la mañana. 

Se les torturó con fiereza y muchos de ellos acabaron quemados en hogueras, a la vista de ese pueblo llano que pocos años antes les consideraba sus héroes y salvadores y les vitoreaba cuando regresaban triunfantes de las campañas militares. 

Entre ellos se encontraba el Gran Maestre Jacques de Molay, quien maldijo al rey y al Papa antes de morir quemado vivo frente a la Catedral de Notre Dame. 

El Papa fallecía apenas 30 días después y Felipe IV sólo siete meses más tarde.

Lo curioso es que hace no mucho tiempo, los archivos secretos del Vaticano desvelaron un secreto a voces: los documentos oficiales confirmaban que la Orden del Temple no había cometido herejía. 

Felipe el Hermoso, al borde de la bancarrota, había manipulado de un modo vil el desarrollo de la Historia y, abusando de su poder, se adueñó de las incontables riquezas atesoradas por los templarios durante dos siglos. 

Aunque dichos documentos reconocen que la Orden se relajó en sus buenos hábitos y comenzaba a asomar el indicio de la corrupción, la degeneración no era tal como para caer víctima de semejantes acusaciones y aún menos de morir tantos templarios en la hoguera.

Pese a que la Orden del Temple apenas sobrevivió dos siglos, su huella fue muy amplia en tierras castellanas. 

Bajo la protección de los soberanos castellanos, los acogieron agradeciendo su ayuda en la Reconquista, expulsando a los árabes del país.

La Orden se reconvirtió en Portugal en la Orden de los Caballeros de Cristo. 

Esta Orden tuvo un papel fundamental en la aventura colonizadora de Portugal en África, América y Asia, financiando infinidad de expediciones, la mayor parte de ellas al Nuevo Mundo. 

Aprovechamos este dato para ahondar en esa leyenda, que mucho puede tener de realidad y a la que se ha dedicado más de un libro, que habla del rumor de que Cristóbal Colón no fuera el primer occidental en llegar a América. 

Ya os hablamos en su día de que ese rol, el de los descubridores de un nuevo continente, hubiera podido haber caído anteriormente en vikingos o chinos, pero también en los Templarios, quienes durante décadas controlaron miles de kilómetros de costas europeas y contaban en su haber con unas de las flotas más importantes del mundo. 

Cuando en 1307, el 13 de Octubre más concretamente, se les acusó de herejía y se les apresó, se cree que unos cuantos templarios consiguieron llegar hasta el puerto de La Rochelle en Francia, cargados con sus tesoros y partieron en una quincena de barcos. 

Nunca más se supo de ellos pero diversas teorías podrían verificar que su destino era América, ese Nuevo Continente que Colón no descubriría hasta casi dos siglos después. 

Se dice que cuando las tropas de Colón desembarcaron en México, los nativos dijeron «que otros hombres blancos habían estado allí mucho antes que ellos». 



Templario


El éxito de los Templarios se vincula estrechamente a las cruzadas. 

La pérdida de Tierra Santa supuso la desaparición de los apoyos a la Orden. 

Además, los rumores generados en torno a la secreta ceremonia de iniciación de los Templarios crearon una gran desconfianza. 

Felipe IV de Francia, fuertemente endeudado con la Orden y atemorizado por su creciente poder, comenzó a presionar al papa Clemente V para que tomara medidas contra sus integrantes. 

En 1307, un gran número de Templarios fueron apresados, inducidos a confesar bajo tortura y quemados en la hoguera.

En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe IV y disolvió la Orden. 

Su abrupta erradicación dio lugar a especulaciones y leyendas que han mantenido vivo hasta nuestros días el nombre de los Caballeros Templarios.



LOS TEMPLARIOS, CABALLEROS DE "HORCA Y CUCHILLO"

FRAILES DE "SAN AGUSTIN"


LOS CABALLEROS TEMPLARIOS EN EL CAMINO DE SANTIAGO


                                                         

Los Caballeros Templarios, Hospitalarios y Teutónicos, fueron las tres órdenes militares que, constituyendo una milicia cristiana permanente, tuvieron origen el año 1000 en las Cruzadas. 

El Camino de Santiago tiene su origen en el primer recorrido que hizo el rey Alfonso II en el año 813. 

Se desarrolló tanto que para los siglos XII y XIII ya eran miles los peregrinos que recorrían el Camino cada año.

Debido a esto, los reyes y los clérigos tuvieron que comenzar a construir albergues, caminos, puentes y hospitales para facilitar el peregrinaje de quienes iban camino de Santiago de Compostela. 

Pero esto no era suficiente, ya que también se necesitaba ofrecer cierta seguridad a los peregrinos. 

Y ahí es donde aparece una Orden tan famosa en muchos aspectos como desconocida en otros: la Orden de los Caballeros Templarios.

Los Templarios, oficialmente la “Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón”, era una orden militar cristiana de la Edad Media que había sido fundada a principios del S.XII por nueve caballeros franceses. 




El poder de esta orden creció rápidamente gracias a diversos factores, aunque el principal probablemente sea el hecho de que manejaban la numeración arábiga mientras en el resto de Europa todavía se utilizaba la numeración romana.

Este conocimiento les permitió desarrollar conocimientos de aritmética, geometría y trigonometría que aplicaron para desarrollar un sistema que representa los orígenes del sistema bancario actual. 

Esto sería lo que finalmente les jugaría una mala pasada al convertirlos en enemigos de quienes terminaría por destruirlos, pero eso es otra historia, ya que aquí nos centraremos en lo que los Caballeros Templarios dejaron en el Camino.

Cuando el Camino de Santiago comenzó a cobrar importancia y a atraer cada vez a más y más peregrinos, los Templarios no solo se dieron cuenta que esa gente necesitaría protección, sino también que esa protección podría generarle claros beneficios a la organización.

Así, la presencia de esta Orden comenzó a ser cada día más fuerte en el Camino de Santiago, hasta el punto de que aún hoy existen lugares y construcciones que dan cuenta de eso. 

Su mayor centro de poder en el Camino de Santiago se ubicó principalmente en Ponferrada (León).


Iglesia del Santo Sepulcro - Torres del Rio


iglesia templaria en el camino de santiago


Ubicada en Torres del Río, en Navarra y construida bajo una clara estética románica, esta iglesia sirvió en su día de faro para los peregrinos que se encontraban en el Camino de Santiago.

Iglesia Santa María de la Blanca - Villalcazar de Sirga


Iglesia de los templarios en el camino de santiago


En Villalcazar de Sirga, los Templarios fundaron una importante encomienda en el S.XII (una encomienda era un bien inmueble localizado en un determinado lugar que los templarios formaban a partir de donaciones y compras posteriores de otros inmuebles o terrenos cercanos), fruto de la cual hoy podemos encontrar el magnífico templo de Santa María la Blanca.

Iglesia de San Juan - Castrojeriz


Iglesia templaria en el camino de santiago


Con restos románicos en su base y ubicada en la calle-camino de Castrojeriz, este inmenso templo columnario de 3 naves perteneció a los templarios antes de pasar a manos de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio una vez que la Orden del Temple fue expulsada. 

En los capiteles de las columnas se pueden observar algunas crucetas pateadas de claro origen templario.


El Temple y la gallina de los huevos de oro


El nombre de Terradillos de los Templarios con sus viviendas de ladrillo y adobe, hace mención a este «lugar de pequeños techos de tierra o terrazas». 

De hecho, el pueblo se sitúa en un sencillo promontorio que levanta las primeras casas. 

Sin embargo, si por algo se conoce hoy este núcleo es por su relación con el Temple, ya que fue territorio jurisdiccional de esta orden.

En el siglo XII había en las cercanías de Terradillos un hostal de peregrinos (hoy derruido) que llevaba el nombre de San Juan y que era protegido por los Caballeros del Temple.

La leyenda apunta que también fue en este lugar donde los últimos Templarios "enterraron a la famosa gallina de los huevos de oro". 

Los vecinos han ubicado tradicionalmente en el Alto Torbosillo el emplazamiento donde se esconde el preciado animal. 

Este cerro se puede contemplar si el peregrino, en su caminar, echa la vista hacia la derecha.

Este es un tema recurrente en los enclaves ocupados por los templarios. 

De hecho, Viana, en la misma vía milenaria, es otro de los lugares donde también se supone que está enterrada la gallina. 

Todo ello se debe al enriquecimiento de la Orden, que daba pábulo a que los vecinos de estos núcleos tejieran distintos tipos de leyendas que lo explicasen. 

Había otras teorías que los hacían dominadores del arte de la alquimia, y por tanto, fabricantes de cantidades ingentes de oro. 

Lo cierto es que la gallina está asociada desde tiempos inmemoriales con el preciado metal.

En Terradillos, una de las leyendas extendidas habla de que antaño había en la localidad una parroquia, la de San Esteban (en la actualidad no conservada), cuyo párroco llevaba cada año a Santiago un huevo de oro. 

Hasta que un día, el cabildo compostelano le explicó que no querían un solo huevo, que querían la gallina entera. 

Para que no se la pudiera llevar, los integrantes del temple la enterraron en el entorno, en el alto de Torbosillo.

Estos son algunos de los ejemplos y leyendas de la presencia de los Templarios en el recorrido del Camino de Santiago a su paso por las cercanías del Cerrato.

Los Templarios, llamados así porque en Jerusalén vivían junto al templo, fueron instituidos por Balduino, rey de aquella ciudad, con objeto de defender a los cristianos que iban a Tierra Santa; se regían por reglamentos heroicos y a la caída del reino de Jerusalén (1187) se esparcieron por Europa. 

Acusados en Francia de inmoralidad y sacrilegio, ó excitada la codicia de Felipe el Hermoso por las inmensas riquezas que poseían, fueron reducidos a prisión en un mismo día (15 de Octubre de 1307) en toda la Francia, siendo su gran maestre Jacobo Moley.

El papa Clemente V sucesor de Benedicto XI y amigo del monarca francés, dió una bula en 1312  suprimiendo la orden de los Templarios; entonces Felipe el Hermoso desplegó con ellos una crueldad tan terrible que hizo morir en las llamas a muchos de ellos que, protestando de su inocencia, emplazaron, se dice, al Rey y al Pontífice, a comparecer ante el Tribunal de Dios dentro de aquel mismo año, como sí se verificó. 


LOS TEMPLARIOS EN CEVICO DE LA TORRE


Cuando a la caída del reino de Jerusalén las órdenes militares se diseminaron por el mundo, llegaron a Cevico de la Torre unos cuantos caballeros y monjes Templarios que fijaron su residencia en el lugar que hoy es el cementerio, donde edificaron una gran casa conventual y junto a ella una pequeña iglesia que todavía subsiste como ermita o capilla del cementerio y a la cual trasladaron (desde el antiguo y medio derruido castillo o palacio feudal), la imagen de Nuestra Señora. 

Por esta razón se llamó y sigue llamándose a la referida capilla «ermita de Santa Palacios» como santa de los palacios que era su imagen. 



Ermita templaria de Santa Palacios

Los Templarios, como también muchos caballeros de las órdenes militares españolas, y algunos señores particulares, disfrutaron el supremo derecho, cuanto arbitrario y absolutista privilegio llamado de «Horca y cuchillo»; que consistía en poder perseguir, prender, juzgar y sentenciar a los delincuentes, así como nombrar verdugos y hacer cumplir las sentencias, aun cuando éstas fueran de infamante horca. 

Así mismo estaban autorizados para usar cuchillo y espada con que llamaban al orden, imponían respeto y dirimían contiendas, representando así el poder de la fuerza sobre la barbarie. 

El tirano, ejercía un abusivo absolutismo, imperando en una época en que no se conoció otro derecho que el del más fuerte, ni otra lógica que la de las armas. 

En el cerro que se eleva al este de la ermita de Santa Palacios y que todavía se le conoce con el nombre de «Cotarro de la horca» se levantó el ignominioso madero donde se castigó con tan terrible suplicio a muchos criminales, ladrones y otros malhechores.

Donde pagaron con sus vidas tantos que por entonces conservaban reminiscencias de los almorávides y almohades, razas todavía imperantes en España,  pues no habían recibido el trascendental descalabro de las Navas de Tolosa. 

La ermita de Santa Palacios, construida en el siglo XVI, es la única que queda del paso de los Templarios por Cevico de la Torre, es de pequeñas dimensiones (75 metros cuadrados), de una nave y contiene un solo altar retablo de madera, en donde está colocada la ya referida imagen de Nuestra Señora del Palacio, primera sin duda que vino a este pueblo a ocupar una pequeña estancia del castillo feudal, y por lo tanto la más antigua de las imágenes sagradas que se conservan en Cevico de la Torre. 

La ermita está situada en lo que se conoce como Cotarro de los Templarios y ha sido objeto de varias remodelaciones a lo largo de los siglos.

En ese lugar , la Orden del Temple habría creado un asestamiento o una base desde la que se vigilaba el territorio, se cobraban impuestos a los viajeros y se controlaba el comercio.

La palabra "cotarro" derivó del término árabe "cotarro", que significa "espacio elevado desde donde se pueden observar amplios horizontes".

En 1255, el rey Don Alfonso X dio a doña Mayor Arias, viuda de Garci Fernández, Mayordomo Mayor de la reina doña Berenguela en recompensa de sus servicios, el señorío y demás derechos pertenecientes a la Corona en Cevico de la Torre, excepto el ejercicio de la Justicia y el tributo llamado “moneda”; pero, dicho monarca mandó destruir la "torre" y prohibió que en el futuro en esta villa se construyera ningún castillo ni torre, sin previa autorización suya. 

No siendo capaz el convento de San Agustín de Dueñas para albergar en el siglo XIII a tantos que de todas partes solicitaban entrar en la comunidad, ya como novicios, legos o profesos, que se vieron en la necesidad de fundar otro convento. 

Para esto eligieron un lugar entre Dueñas y Cevico, situado a cuatro kilómetros y medio al suroeste del pueblo, cercano a un sitio en extremo remanadizo, una tierra que está húmeda todo el año y llamado por esta razón el "Aguachal", donde edificaron un monasterio, del que solo se conservan algunos paredones de piedra sillar en inminente ruina, que pronto se vio lleno de religiosos sujetos al Prior de San Agustín . 

En el siglo XIII fue construido el Monasterio de Aguachal.






Cevico de la Torre

De este modo el convento del Aguachal, vino á ser como una dependencia del de Dueñas, y sus monjes ocupados en un principio en aquello que desde San Agustín los ordenaban, vivieron atenidos a los escasos recursos que les proporcionaban algunas misas encargadas por los piadosos vecinos de Cevico de la Torre y a lo que recogían por los pueblos y caseríos cercanos los hermanos limosneros. 

Después que el régimen feudal fue abolido con todos sus despotismos, abusos y tiranías, que se suprimió en absoluto la poderosa y absorbente Orden de los Templarios y que la vencedora Cruz persiguió á la Medialuna hasta encerrarla dentro de los muros de Granada, los monjes del Aguachal ensancharon notablemente su radio de acción. 

Los Reyes Católicos por medio de una pragmática, autorizaron a los agustinos de Cevico para roturar los alrededores del monasterio en un radio de cuatrocientos metros; cuyo terreno una vez roturado se destinó la parte norte, o de la vega a "terreno de pan llevar", y la parte sur o del monte se plantó de vides, dando con esto al convento medios propios de vida, y sus monjes, aunque de la Orden y bajo la autoridad del Superior de San Agustín de Dueñas, pudieron disfrutar de alguna independencia. 

Desde entonces los frailes del Aguachal fueron los encargados de cobrar las diezmas en Cevico de la Torre, cargo que desempeñaron hasta que a mediados del siglo XVIII una orden superior les obligó a  abandonar el convento reconcentrándose en el de Dueñas, a donde llevaron cuantos muebles y riquezas poseían, y quedando los bienes inmuebles bajo la administración del Superior de San Agustín . 

Pocos años después, abandonando también los Agustinos este último convento en Dueñas, se fundaron con sus bienes y varios beneficios, disfrutados los de Cevico de la Torre, por sacerdotes del pueblo en su mayoría y se crearon muchos censos hasta que el Estado confiscó aquellos bienes que, con los demás del clero, fueron vendidos como bienes nacionales. 

Los Agustinos del Aguachal, conocidos y admirados en sin número de villas y lugares, por sus grandes virtudes y ejemplar vida, no se daban punto de reposo, acudiendo ya al lecho del moribundo que necesitaba su espiritual y consolador auxilio en los últimos y tristes momentos de la vida y a accediendo gustosos a los deseos é instancias de muchos pueblos que, ofreciéndoles el púlpito, solicitaban su divina palabra. 

Estos monjes llegaron a poseer cuantiosos bienes, grandes riquezas, como lo atestiguan las magníficas y espaciosas bodegas y lagares, distantes quinientos metros al sur de las ruinas del monasterio, que medio cenagosas, causan admiración a cuantos las visitan, tanto por su capacidad, como por las inmejorables condiciones que reúnen . 

En ellas se podían elaborar, administrar y conservar de cinco a seis mil cántaras de vino. 



El Aguachal


Hoy solo nos queda del paso de los venerables frailes Agustinos por Cevico de la Torre, de su estancia en el Aguachal, una confusa y medio extinguida tradición, las ruinas próximas a desaparecer del monasterio, las cenagosas y derruidas bodegas y lagares y la sagrada imagen del Santo Fundador de la Orden de Frailes menores, del italiano San Francisco de Asís, que en el siglo pasado se trasladó del abandonado convento a la parroquia, donde se conserva en buen estado. 


Paraje de Santa Santilli, en el camino a La Cobata, en Baltanás

     
  

San Juvenal




  

Los frailes Agustinos, también tuvieron presencia en Baltanás, la capital histórica del Cerrato y lo hicieron en el denominado convento de los Templarios, cercano a la fuente de La Cobata, en el paraje de Santa Santilli, donde veneraban a los santos, San Alejandro I Papa, sus dos compañeros de martirioSan Evencio y San Teódulo y a San Juvenal.


FIN




Germán López Bravo, El Cerrateño, autor del artículo


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