CERRATEANDO - HISTORIAS DEL PASADO - LA ESTACIÓN DE TORQUEMADA
CERRATEANDO :
HISTORIAS DEL PASADO - LA ESTACIÓN DE TORQUEMADA
La estación de Torquemada en la actualidad.
He recalado en un lugar que tiene para mí muchos recuerdos ...
La estación de Torquemada.
Está situada a pocos kilómetros de Baltanás y Valdecañas de Cerrato, entre Hornillos de Cerrato y Torquemada.
Ésta, la estación de Torquemada, siempre fue la "estación" de los viajeros de Renfe de Baltanás y
Valdecañas de Cerrato
, a los que daban servicio de aproximación o lanzadera, varios taxistas de Baltanás.Era la puerta de salida más importante para los que querían desplazarse de su querido pueblo a las capitales, del País Vasco, Cataluña o Madrid, principalmente.
Era la salida hacia un futuro mejor.
Luego era el destino de regreso y reencuentro para pasar vacaciones, unos días con la familia, disfrutar de las fiestas.
Con el tiempo, muchos de los migrantes, encontraron trabajo, crearon familia, mejoraron su bienestar personal ...
!! Era la felicidad completa !!
Yo tengo muchas anécdotas de los viajes desde Bilbao a Torquemada y viceversa.
Mi abuelo Eliseo, prefería irme a buscar con su borriquilla a la estación de Quintana del Puente, parecida a la de Torquemada, a la que llegaba desde Bilbao después de un día y medio de viaje con trasbordo en Miranda de Ebro y estancia en Burgos.
Aquellos veraneos en mi querido Valdecañas de Cerrato primero y después en la casa de mis otros abuelos paternos, Emilio y Josefa, en Hontoria de Cerrato, son inolvidables.
Mi tío Eleuterio se desplazaba desde Valdecañas de Cerrato a coger el tren para irme a recoger a Bilbao, a la estación de Torquemada o Quintana del Puente, supongo que o andando con la borriquilla que dejaba "aparcada" en casa de unos familiares en Herrera de Valdecañas.
En Bilbao, tomábamos el tren en la Estación del Norte-Abando, donde mis padres me despedían entre abrazos.
Ya en el tren, el "correo", de los años 50, paraba hasta en los apeaderos, tardaba un día en hacer los 250 kms.
Paraba y hacíamos trasbordo en Miranda de Ebro, Burgos y por fin el Cerrato, fin del trayecto, allí estaba esperándonos mi "héroe", mi abuelo Eliseo con su borriquilla, para trasladarnos a Valdecañas de Cerrato, ellos andando y yo a lomos de la borriquilla, hacíamos una parada en Herrera de Valdecañas antes de llegar a nuestra casa.
Los vagones con asientos de maderas, la carbonilla, los viajeros con maletas de cartón atadas con cordeles, el olor a las viandas para el viaje, con las consabidas tortillas lo impregnaba todo, el "cacareo" de alguna gallina o gallo, el humo sempiterno de los cigarrillos liados con papel "Zig Zag" y tabaco de cuarterón, los "regalos" para llevar al pueblo, como en mi caso, la consabida bacalada o chocolates de "Chobil", para mis abuelos maternos Eliseo y Petra, son imágenes que guardo en la retina y oídos.
Otro sonidos grabados sobre todo era el "traqueteo" del tren, los diálogos entre los viajeros, la insistente presencia de "revisor" y del vendedor de papeletas para la rifa de almendras garrapiñadas, son algunos de los recuerdos que tengo de aquellos viajes.
Casi todo el viaje lo pasaba mirando el paisaje castellano por la ventanilla.
Eran años muy felices, yo tenía entonces 7 años y el viaje se repetía cada año, la aventura cerrateña veraniega comenzaba al finalizar las clases, era una aventura, pues yo era un "urbanita" y estar libre por el campo era una sensación única, con la que cargaba las pilas de los recuerdos para todo el curso, con una buena dosis del carburante "Cerrato".
Cuando terminaba mi estancia en Valdecañas de Cerrato, mi tío Pedro, hermano de mi padre, me venía a recoger para llevarme a Hontoria de Cerrato con mis otros abuelos.
Mi familia y unos amigos en Valdecañas de Cerrato.
La despedida de Valdecañas de Cerrato era triste y la llegada a Hontoria de Cerrato ya era de gran alegría.
Íbamos los dos en la bicicleta hasta la estación de Torquemada y de allí hasta la estación de Venta de Baños, luego a Hontoria de Cerrato, donde continuaba la segunda parte de la aventura cerrateña.
Que buenas sopas de ajo cocinaban mis dos abuelas y nunca faltaba uno de mis alimentos preferidos, la leche, la mejor leche de oveja, pues mis abuelos eran pastores.
Al final de mis vacaciones, venían mis padres a buscarme y regresar a Bilbao.
En años posteriores, seguía pasando temporadas en los dos pueblos y en alguna ocasión donde, al no haber medio de locomoción me tocó ir andando con el tío Paulino, con el que viajaba desde Bilbao, desde la estación de Torquemada a Valdecañas de Cerrato, unos 6 kms.
Recuerdo haber conocido de muy pequeño, como se construyó la carretera, machacando piedras, sin asfalto todavía.
Han pasado los años, más de 70 y nos encontramos con éste espectáculo impropio del paso del TAV por la legendarios estación de Torquemada, sin parar.
Desde hace años, la degradación de esta estación vital para la capital del Cerrato, llena de pintadas, grafitis y abandono, donde antes había mucha vida, incluso había una posada a pocos metros, hoy el edificio, está abandonado y solitario, solo con su "decoración" con grafitis y pintadas.
Verdaderamente es una auténtica pena, que edificios históricos como estos, estén tan abandonados por las instituciones, pues
son un recuerdo de la historia, de nuestra memoria historica.
La nueva forma de viajar, a través de la Alta Velocidad, ha dejado al antiguo ferrocarril, a los "correos", los "expresos", los "rápidos" y las estaciones y apeaderos como la de Torquemada, condenados a ostracismo.
Esperemos que vuelvan a resurgir del olvido estos edificios históricos, dándoles algún tipo de dedicación para que no caigan en el olvido o en el peor de los casos, se arruinen.
Una solución para que estos edificios no se mueran podrían ser mediante convenios de cesión de uso por parte de ADIF, con ayuntamientos, Instituciones y particulares se podrían transforman las antiguas estaciones en restaurantes, alojamientos, albergues, casas rurales, ecomuseos, escuelas taller, aulas de naturaleza, etc.
Esto es todo respecto a la Estación de Torquemada, que hoy solo tiene la consideración de apeadero y mis viajes al Cerrato.
La gran corriente emigratoria del campo a la ciudad fue, hasta la II Guerra Mundial, de volumen pequeño.
En Madrid y en el País Vasco había una corriente inmigratoria desde el campo también importante.
Los flujos se daban, en primer lugar, de las zonas rurales a las capitales de provincia; en segundo lugar, los flujos se dirigían hacia los grandes polos de desarrollo : a las regiones industrializadas de Cataluña y el País Vasco, al polo político-industrial de Madrid, y hacia la costa y las regiones industriales de la Comunidad Valenciana.
Así, el periodo 1950-1981 fue una época de grandes desbalances regionales, sin precedentes en la historia demográfica española.
En este periodo, la provincia de Madrid ganó 2.800.675 de habitantes, y la de Barcelona 2.386.615 (sus poblaciones más que doblándose en 30 años).
Sin embargo, mientras tanto 23 provincias perdieron de manera absoluta población, y Castilla la Vieja y el antiguo Reino de León, hoy Castilla y León (salvo el foco de Valladolid), vieron reducidos de manera muy importante su capital humano, abocándose a una despoblación segura.
En la época posterior a la guerra civil, se produjo el verdadero éxodo rural, parte de la población emigró hacia capitales como Madrid, Barcelona, Bilbao, Vitoria, etc., donde la posibilidad de trabajar fuese mayor.
Por esta circunstancia, su despoblación fue muy importante, igual que en la gran mayoría de pueblos del Cerrato y otros de la provincia a lo largo de las décadas de los 50 y 60.
A los emigrantes de los pequeños municipios cerrateños como Baltanás y Valdecañas de Cerrato, no les quedó otro camino que el de la localidad más cercana, de mayor población o la de una capital de mucha mayor envergadura, como las anteriormente citadas.
La crisis de las regiones agrícolas, en contraste con la demanda de brazos en las zonas industriales, no haría sino acelerar este proceso.
El sentido de la migración es desde las entidades más pequeñas en dirección a las entidades más grandes.
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En 1900, el 50,8% de la población vivía en municipios de menos de 5.000 habitantes, mientras que sólo el 13,5% vivía en municipios de más de 50.000 personas.
En 1930, en la primera categoría vivía el 40,2% de los españoles, y en la segunda el 19,8%.
En 1950, sólo el 33,5% de la población vivía en localidades de menos de 5.000 habitantes, mientras que el 30,2% vivía en municipios de más de 50.000.
Una solución para que estos edificios no se mueran podrían ser mediante convenios de cesión de uso por parte de ADIF, con ayuntamientos, Instituciones y particulares se podrían transforman las antiguas estaciones en restaurantes, alojamientos, albergues, casas rurales, ecomuseos, escuelas taller, aulas de naturaleza, etc.
Esto es todo respecto a la Estación de Torquemada, que hoy solo tiene la consideración de apeadero y mis viajes al Cerrato palentino
FIN
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