CERRATEANDO - HISTORIA Y RECUERDOS DE BALTANÁS - SOBRE LA INQUISICIÓN
HISTORIA Y RECUERDOS DE BALTANÁS - VALTANÁS . SOBRE LA INQUISICIÓN
CERRATEANDO
HISTORIA Y RECUERDOS DE BALTANÁS, SOBRE LA INQUISICIÓN
En este artículo quiero profundizar sobre la Inquisición en el Cerrato y en su capital histórica, Baltanás, antes Valtanás y que yo denomino “La Perla del Cerrato”.
LA INQUISICIÓN
La Inquisición española o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La Inquisición española tiene precedentes en instituciones similares existentes en Europa desde el siglo XII, tres siglos antes, especialmente la fundada en Francia en el año 1184.
La Inquisición española estaba bajo el control directo de la monarquía. Su abolición fue aprobada en las Cortes de Cádiz en 1812 por mayoría absoluta, pero no se abolió definitivamente hasta el 15 de julio de 1834, durante la Regencia de María Cristina de Borbón, encuadrada en el inicio del reinado de Isabel II.

Escudo de la Inquisición española. A ambos lados de la cruz, la espada simboliza el trato a los herejes, la rama de olivo la reconciliación con los arrepentidos. Rodea el escudo la leyenda «EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM. PSALM. 73», frase en latín que traducida al castellano significa: Álzate, oh Dios, a defender tu causa, salmo 73
La institución inquisitorial, pese a lo que muchos creen no es una creación española, aunque la mayoría crea que fue fundada y creada en España y siendo más “europea” que española, se le acusa y carga toda la “leyenda negra” contra ella.
La Inquisición fue establecida en 1184, casi 300 años antes que entrara en vigor en España, mediante la bula del papa Lucio III, Ad abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía albiguense-cátara y desde los Estados Pontificios fue implantada durante un tiempo más o menos largo o con más o menos rigor según el país europeo o la colonia de que se tratara; en España, por ejemplo, duró mucho tiempo.
En España también funcionó la Inquisición Episcopal y la Inquisición Pontificia.
La primera Inquisición, la Episcopal, fue creada por medio de la bula papal Ad abolendam, promulgada a finales del siglo XII por el papa Lucio III, como un instrumento para combatir la herejía albigense en el sur de Francia. Cincuenta años después, en 1231-1233, el papa Gregorio IX creó mediante la bula Excommunicamus la Inquisición Pontificia, que se estableció en varios reinos cristianos europeos durante la Edad Media. En cuanto a los reinos cristianos de la península ibérica, la inquisición pontificia sólo se instauró en la Corona de Aragón, donde los dominicos catalanes Raimundo de Peñafort y Nicholas Eymerich fueron destacados miembros de la misma. Con el tiempo, su importancia se fue diluyendo, y a mediados del siglo XV era una institución casi olvidada, aunque legalmente vigente.
La Inquisición, como tribunal eclesiástico, solo tenía competencia sobre cristianos bautizados. Durante la mayor parte de su historia, sin embargo, al no existir libertad de culto ni en España, ni en sus territorios dependientes, su jurisdicción se extendió a la práctica totalidad de los súbditos del rey de España.
En la Corona de Castilla la represión de la herejía corrió a cargo de los príncipes seculares basándose en una legislación también secular aunque reproducía en gran medida los estatutos de la Inquisición Pontificia. En Las Partidas se admitió se admitió «la persecución de los herejes, pero conducirlos, ante todo, a la abjuración; sólo en caso de que persistieran en sus creencias podían ser entregados al verdugo. Los condenados perdían sus bienes y eran desposeídos de toda dignidad y cargo público». En el reinado de Fernando III de Castilla fue cuando se impusieron las penas más duras a los herejes. El propio rey ordenó marcarlos con hierros al rojo vivo, y una crónica habla de que «enforcó muchos home e coció en calderas».
CONTEXTO HISTÓRICO
Gran parte de la península ibérica había sido dominada por los árabes, y las regiones del sur, particularmente los territorios del antiguo Reino nazarí de Granada, tenían una gran población musulmana. Hasta 1492, Granada permaneció bajo dominio árabe. Las grandes ciudades, en especial Sevilla y Valladolid, en Castilla, y Barcelona en la Corona de Aragón, tuvieron grandes poblaciones de judíos, que habitaban en las llamadas «juderías».
Durante la Edad Media, se había producido una coexistencia relativamente pacífica —aunque no exenta de incidentes— entre cristianos, judíos y musulmanes, en los reinos peninsulares. Había una larga tradición de servicio a la Corona de Aragón por parte de judíos. El padre de Fernando, Juan II de Aragón, nombró a Abiathar Crescas, judío, astrónomo de la corte. Los judíos ocupaban muchos puestos importantes, tanto religiosos como políticos. Castilla incluso tenía un rabino no oficial, un judío practicante.
No obstante, a finales del siglo XIV ,hubo en algunos lugares de España una ola de violencia antijudía, alentada por la predicación de Ferrán Martínez, arcediano de Écija. Fueron especialmente cruentos los pogromos (saqueos y matanzas de gente indefensa por una multitud enfurecida, y en especial, los que se produjeron contra los judíos ) de junio de 1391, en Sevilla, Córdoba, Valencia o Barcelona, donde fueron asesinados cientos de judíos, y se destruyó por completo la aljama.

Judería.
Una de las consecuencias de estos disturbios fue la conversión masiva de judíos. Antes de esta fecha, los conversos eran escasos y apenas tenían relevancia social. Desde el siglo XV puede hablarse de los judeoconversos, también llamados «cristianos nuevos», como un nuevo grupo social, visto con recelo tanto por judíos como por cristianos. Convirtiéndose, los judíos no solamente escapaban a eventuales persecuciones, sino que lograban acceder a numerosos oficios y puestos que les estaban siendo prohibidos por normas de nuevo cuño, que aplicaban severas restricciones a los judíos. Fueron muchos los conversos que alcanzaron una importante posición en los reinos hispanos del siglo XV.
Conversos eran, entre muchos otros, los médicos Andrés Laguna y Francisco López Villalobos (médicos de la corte de Fernando el Católico); los escritores Juan del Enzina, Juan de Mena, Diego de Valera y Alfonso de Palencia y los banqueros Luis de Santángel y Gabriel Sánchez, que financiaron el viaje de Cristóbal Colón.
Los conversos —no sin oposición— llegaron a escalar también puestos relevantes en la jerarquía eclesiástica, convirtiéndose a veces en severos detractores del judaísmo. Incluso algunos fueron ennoblecidos, y en el siglo XVI , varios opúsculos (obra científica o literaria de poca extensión) pretendían demostrar que casi todos los nobles de España tenían ascendencia judía.
La revuelta de Pedro Sarmiento , cortesano de Juan II de Castilla, repostero del rey y miembro del Consejo de Castilla, sustituyó a Álvaro de Luna en el máximo puesto de confianza tras la batalla de Olmedo (1445), tuvo como principal elemento movilizador el recelo de los cristianos viejos hacia los cristianos nuevos, sustanciado en los estatutos de limpieza de sangre que se extendieron por multitud de instituciones, prohibiéndoles su acceso.
Creación de la Inquisición en España
El dominico sevillano Alonso de Ojeda convenció a la reina Isabel I, durante su estancia en Sevilla entre 1477 y 1478, de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a solicitud de los soberanos por Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por el dominico “cerrateño” Tomás de Torquemada, (Torquemada, 1420 - Ávila, 16 de septiembre de 1498, fue un presbítero dominico castellano, confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV). Torquemada inició una persecución a judeoconversos, entre 1480 a 1530. Es comúnmente aceptado que tenía ascendientes judíos. Hernando del Pulgar, al escribir sobre Juan de Torquemada, tío de Tomás, en su libro Claros varones de Castilla, corroboró este aserto.

El Inquisidor General Juan de Torquemada
Para descubrir y acabar con los falsos conversos, los Reyes Católicos decidieron que se introdujera la Inquisición en Castilla, y pidieron al Papa su consentimiento. El 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV promulgó la bula Exigit sinceras devotionis affectus, por la que quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla, y según la cual el nombramiento de los inquisidores era competencia exclusiva de los monarcas. Sin embargo, los primeros inquisidores, Miguel de Morillo y Juan de San Martín, no fueron nombrados hasta dos años después, el 27 de septiembre de 1480, en Medina del Campo.
La actividad de la Inquisición
La actividad de la Inquisición se divide en cinco períodos. El primero, de 1480 a 1530, estuvo marcado por la intensa persecución de los judeconversos, las fuentes discrepan en cuanto al número de procesos y de ejecuciones que tuvieron lugar en esos años, la cifra aproximada, basada en la documentación de los autos de fe, fue de 2000 personas ejecutadas.
El segundo, de principios del siglo XVI, de relativa tranquilidad.
El tercer periodo, entre 1560 y 1614, en el que vuelve a ser intensa la actividad del Santo Oficio centrada en los protestantes y en los moriscos.
El cuarto periodo ocuparía el resto del siglo XVII, en el que la mayoría de las personas juzgadas son cristianos viejos .
El quinto, el siglo XVIII, en el que la herejía deja de ser el centro de atención del tribunal porque ya no constituye un problema.
La cifra de los judíos que salieron de España no se conoce, ni siquiera con aproximación. Los historiadores de la época dan cifras elevadísimas (Juan de Mariana habla de 800 000 personas, e Isaac Abravanel de 300 000). Sin embargo, las estimaciones actuales reducen significativamente esta cifra (Henry Kamen estima, de una población aproximada de 80.000 judíos y más de 200. 000 conversos, aproximadamente —unos 40. 000— optaron por la emigración).

Acto de Fe inquisitorial.
Los judíos españoles emigraron principalmente a Portugal (de donde volverían a ser expulsados en 1497) y a Marruecos. Más adelante, los sefardíes, descendientes de los judíos de España, establecerían florecientes comunidades en muchas ciudades de Europa, como Ámsterdam, y el Norte de África, y, sobre todo, en el Imperio otomano.
Los que se quedaron engrosaron el grupo de conversos que eran el objetivo predilecto de la Inquisición. Dado que todo judío que quedaba en los reinos de España, que había sido bautizado, si continuaba practicando la religión judía, era susceptible de ser denunciado. Puesto que en el lapso de tres meses se produjeron numerosísimas conversiones —unas 40.000, si se acepta la cifra de Kamen— puede suponerse con lógica que gran parte de ellas no eran sinceras, sino que obedecían únicamente a la necesidad de evitar el decreto de expulsión.
El período de más intensa persecución de los judeoconversos duró hasta 1530.
En 2004 se publicaron las "Actas del simposio internacional: La inquisición", gracias a la apertura de los archivos secretos de la Congregación para la Doctrina de la Fe ordenada por Juan Pablo II en 1998. En estas actas se recoge toda la posición católica en materia de documentación sobre los procesos inquisitoriales en la Europa católica donde regía la Santa Sede en el campo espiritual.
De acuerdo a esta posición, es un mito hablar de genocidio en países como España por brujería, en cambio, los protestantes lo exageraron seguramente para mejorar su oposición al Imperio español de la época.
La leyenda negra es un movimiento propagandístico antiespañol promovido por escritores ingleses, holandeses y de otras nacionalidades durante el siglo XVI, cuyo objeto era reducir el prestigio e influencia del Imperio español en su Siglo de Oro. A pesar de originarse en tiempos de fuerte rivalidad política, comercial y religiosa hace más de tres siglos, la leyenda ha llegado hasta nuestros días en forma de interpretaciones falseadas de tinte antiespañol sobre episodios históricos como la conquista de América, la Inquisición, o la Reconquista.
El Diccionario de la lengua española de la Asociación de Academias de la Lengua Española define leyenda negra como «Relato desfavorable y generalmente infundado sobre alguien o algo».
La Organización
Aunque el Inquisidor General, máximo responsable del Santo Oficio, era designado por el rey, su nombramiento debía ser aprobado por el Papa. El Inquisidor General era el único cargo público cuya competencia alcanzaba a todos los reinos de España (incluyendo los virreinatos americanos), salvo un breve período (1507–1518) en que existieron dos inquisidores generales, uno en la Corona de Castilla y otro en la de Aragón.
A lo largo de su existencia, se produjeron distintas fricciones entre Roma y los Reyes de España por el control de la Inquisición. Sixto IV había promulgado una bula en 1478 por la que daba a la corona española plenos poderes para el nombramiento y destitución de los inquisidores, pero al enterarse de los abusos cometidos por estos en Sevilla, revocó la bula en 1482, haciendo que los inquisidores se sometieran a los obispos de sus diócesis. Ante la protesta elevada por Fernando el Católico, el Papa llegó a decir que :
“La Inquisición lleva tiempo actuando no por celo de la fe y salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza, y muchos verdaderos y fieles cristianos (...) han sido encerrados (...) torturados y condenados como herejes relapsos, privados de sus bienes y propiedades, (...) dando un ejemplo perniciosos y causando escándalo a muchos.“
Como respuesta a ello, el rey acusó al Papa de favorecer a los conversos, y se permitió decirle esto:
“Tenga cuidado (...) de no permitir que el asunto vaya más lejos, y de revocar toda concesión, encomendándonos el cuidado de esta cuestión.”
Ante tanta resolución, Sixto IV se echó atrás y dejó en manos de la corona el control de la Inquisición.

Tribunal de la Inquisición.
El Inquisidor General presidía el Consejo de la Suprema y General Inquisición (generalmente abreviado en «Consejo de la Suprema»), creado en 1488, formado por seis miembros que eran nombrados directamente por el rey (el número de miembros de la Suprema varió a lo largo de la historia de la Inquisición, pero nunca fue mayor de diez). Con el tiempo, la autoridad de la Suprema fue creciendo, y debilitándose el poder del Inquisidor General.
La Suprema se reunía todas las mañanas de los días no feriados, y además los martes, jueves y sábados, dos horas por la tarde. En las sesiones matinales se trataban las cuestiones de fe, mientras que por la tarde se reservaban a los casos de sodomía, bigamia, hechicería, etc.
Dependientes de la Suprema eran los diferentes tribunales de la Inquisición, que en sus orígenes eran itinerantes, instalándose allí donde fuera necesario para combatir la herejía, pero que más adelante tuvieron sedes fijas. En una primera etapa se establecieron numerosos tribunales, pero a partir de 1495 se manifiesta una tendencia a la concentración.
Composición de los Tribunales
Cada uno de los tribunales contaba al inicio con dos inquisidores, un «calificador», un alguacil y un fiscal. Con el tiempo fueron añadiéndose nuevos cargos.
Los inquisidores eran preferentemente juristas, más que teólogos, e incluso en 1608, Felipe III estipuló que todos los inquisidores debían tener conocimientos en leyes. Los inquisidores no solían permanecer mucho tiempo en el cargo, unos dos años. La mayoría de los inquisidores pertenecían al clero secular (sacerdotes), y tenían formación universitaria. Su sueldo era de 60.000 maravedíes a finales del siglo XV, y de 250.000 maravedíes a comienzos del XVII.

Inquisidor.
El procurador fiscal era el encargado de elaborar la acusación, investigando las denuncias e interrogando a los testigos.
Los calificadores eran generalmente teólogos; a ellos competía determinar si en la conducta del acusado existía delito contra la fe.
Los consultores eran juristas expertos que asesoraban al tribunal en cuestiones de la casuística procesal.
El tribunal contaba además con tres secretarios: el notario de secuestros, quien registraba las propiedades del reo en el momento de su detención; el notario del secreto, quien anotaba las declaraciones del acusado y de los testigos; y el escribano general, secretario del tribunal.
El alguacil era el brazo ejecutivo del tribunal, a él competía detener y encarcelar a los acusados.
Otros funcionarios eran el nuncio, encargado de difundir los comunicados del tribunal, y el alcaide, carcelero encargado de alimentar a los presos.
Además de los miembros del tribunal, existían dos figuras auxiliares que colaboraban en el desempeño de la actividad inquisitorial: los familiares y los comisarios.
Los familiares eran colaboradores laicos del Santo Oficio, que debían estar permanentemente al servicio de la Inquisición. Convertirse en familiar era considerado un honor, ya que suponía un reconocimiento público de limpieza de sangre y llevaba además aparejados ciertos privilegios. Aunque eran muchos los nobles que ostentaban el cargo, la mayoría de los familiares eran de extracción social popular.
Los comisarios, por su parte, eran sacerdotes regulares que colaboraban ocasionalmente con el Santo Oficio.
Uno de los aspectos más llamativos de la organización de la Inquisición era su forma de financiación: carentes de un presupuesto propio, dependían exclusivamente de las confiscaciones de los bienes de los reos. No resulta sorprendente, por tanto, que muchos de los encausados fueran hombres ricos. Que la situación propiciaba abusos es evidente.
En los primeros tiempos cuando la Inquisición llegaba a una ciudad, el primer paso era el dar «edictos de gracia». En la misa del domingo, el inquisidor procedía a leer el edicto: se explicaban las posibles herejías y se animaba a todos los feligreses a acudir a los tribunales de la Inquisición para descargar sus conciencias. Se denominaban «edictos de gracia» porque a todos los autoinculpados que se presentasen dentro de un «período de gracia» (aproximadamente, un mes) se les ofrecía la posibilidad de reconciliarse con la Iglesia sin castigos severos. La promesa de benevolencia resultaba eficaz, y eran muchos los que se presentaban voluntariamente ante la Inquisición. Sin embargo, a partir de 1500 los «edictos de gracia» fueron sustituidos por los llamados «edictos de fe», suprimiéndose esta posibilidad de reconciliación voluntaria.
Como la herejía no era sólo un pecado sino un delito, no bastaba con la confesión para ser absuelto —de hecho se recordaba en los «edictos de fe» que los sacerdotes debían remitir a la Inquisición a aquellos que se acusaran de pecados contra la fe— por lo que su confesión debía ser pública.
El acusado no tenía ninguna posibilidad de conocer la identidad de sus acusadores, un privilegio que los testigos tenían en los tribunales seculares. Este era uno de los puntos más criticados y así fue denunciado, por ejemplo, por las Cortes de Castilla en 1518 o por la ciudad de Granada en 1526, que en el memorial que redactó denunció que el sistema de secreto era una invitación abierta al perjurio y al testimonio malévolo.
LA INQUISICIÓN EN EL CERRATO
En la época de la Inquisición, la Iglesia tenía un gran poder y era la primera fuerza en los pueblos, junto con los señores.

Un Tribunal de la Inquisición.
Todos los vecinos tenían que entregar la décima parte de sus cosechas y ganados, es decir el diezmo. Con el diezmo se pagaba un tercio a los curas del pueblo, otro tercio al Obispado de Palencia y el tercio restante al Papa, que lo cedía al rey de España y éste al Duque de Béjar, aunque un tercio de éste último tercio, de decir una novena parte, se retenía para reparaciones y mejoras del edificio o fábrica de la Iglesia. Estos diezmos se almacenaban en la panera o troje de la Iglesia, cuyo edificio pasó a llamarse después Cilla o Tercia. El sistema continuó hasta 1838.
Además la Iglesia tenía ingresos por otros conceptos, como las primicias y novales (tierra que se cultiva por primera vez), los derechos de sepultura dentro de la Iglesia, los honorarios de misas y oficios religiosos, y recibía bienes por testamento. También existían las Fundaciones, que eran bienes dejados por una persona para que con su producto se comprara, por ejemplo, aceite para que estuviera encendido siempre un Cirio en la Iglesia, o se dijeran misas por su alma.
Como muestra de su poder baste decir que por ejemplo en un pueblo podía llegar a tener 13 clérigos y 1 sacristán. De los 13 clérigos, 4 eran sacerdotes o curas, 2 diáconos (les faltaba un grado para ser curas) 1 subdiácono (un grado menos) y 6 tenían órdenes menores (primer paso para ser curas). Hacia 1585 sin embargo hubo que reducir el número de clérigos al servicio de la Iglesia. La influencia o poder no sólo era económico, sino también cultural.
En Valladolid fue determinado en las Ordenanzas dadas a la Real Audiencia y Chancilleria en Medina del Campo en 1489, el alto Tribunal de Justicia, durante el reinado de los Reyes Católicos, donde permaneció hasta su supresión en 1834. Estos monarcas establecieron la división de la administración de Justicia en dos demarcaciones: una, al norte del Tajo, bajo la jurisdicción de la Chancillería de Valladolid y la otra, al sur de este río.
Sobre la brujería en Palencia, se puede consultar en el Archivo Histórico Nacional, un total de 45 legajos, que son un autentico conjunto de autos propiamente dichos, de la Santa Inquisición, que van desde los siglos XV al XIX, conteniendo una buena colección de herejías, proposiciones heréticas, expresiones malsonantes, supersticiones, hechicería, brujería, invocaciones al demonio, bigamia, solicitaciones, blasfemias, etc., y otros delitos como perjuicio o decir misas sin órdenes.
La Inquisición tuvo presencia propia en El Cerrato, desde que el 1 de noviembre de 1478, que el papa Sixto IV, le abrió la puerta en España con la bula “Exigit sincerae devotionis affectus”. Esta presencia queda patente y visible, entre otras manifestaciones, en diversos escudos, como el del inquisidor Rodrigo Maté, Comisario del Santo Oficio de Valladolid, que puede verse en la fachada de la que fue su casa en Castrillo de Onielo, localidad en la que ejerció como sacerdote y en la que también existe una judería que conserva en su fachada imágenes como un ángel exterminador, un masoreta con la torá (la palabra masoreta tiene su raíz en la palabra hebrea mesoret (מסורת), que quiere decir 'tradición' y llegó a usarse para referirse a las notas que los masoretas pusieron en los textos ), unas tijeras de circuncisión…, y en la que no se conservan más símbolos porque los posteriores dueños de la casa destruyeron muchos de ellos en un intento de restar valor histórico al inmueble, por miedo a que se le expropiasen si tenía excesivo valor histórico.
Juderías (viviendas y barrios judíos, y por tanto objeto de persecución por la Inquisición) hubo varias en el Cerrato.

Juderia castellana.
En Palenzuela, donde convivieron en armonía cristianos, judíos y musulmanes, con sus respectivos estatutos, existió una de las más importantes de la provincia de Palencia. En Dueñas, además de una judería con gran influencia en la población y mucho poder (tanto que contribuyó con 23.550 maravedíes a la guerra de Granada), se celebró en 1534 un Consejo General de la Inquisición. En Magaz al parecer existió un potro de tormentos.
En Valdecañas de Cerrato, Tomás González Tevar, natural de la localidad, Comisionado del Santo Oficio que ejerció de canónigo racionero en Córdoba, creó en 1660 la “Obra Pía de Tevar”, a la que dotó de rentas en Tabanera de Cerrato, Villahán, Dueñas y Valdecañas, logrando más de 100.000 maravedíes anuales destinados a misas, dotes para huérfanos, pagos a maestros de escuela o ayudas para estudios universitarios. Estas rentas se depositaban en la iglesia de Valdecañas de Cerrato, en un arca con tres llaves, custodiadas por tres patronos-administradores perpetuos. En 1940 se redujeron sus dotes a 2.465 pesetas. En 1982 esta institución pasó a depender de la Dirección Provincial de Trabajo de Palencia, y en la actualidad sus fines se limitan a la celebración de actos de carácter religioso.

Juan de Tassis y Peralta, II Conde de Villamediana.
Juan de Tassis y Peralta, II Conde de Villamediana, sufrió un proceso secreto por parte de la Inquisición, al ser acusado de sodomía con algunos esclavos negros, considerada “crimen pessimun”. Posteriormente sería asesinado, al parecer para evitar el escándalo que este encausamiento inquisitorial suponía.
Familiar del Santo Oficio
En algunos lugares del Cerrato existió también la figura del Familiar del Santo Oficio, una especie de inquisidor por delegación, delator y encargado de aplicar la jurisprudencia de la Inquisición en los lugares en los que no había Tribunal del Santo Oficio. Esta figura existió en varias localidades cerrateñas, como Baltanás, Población de Cerrato, Esguevillas de Esgueva, donde la Inquisición persiguió la creencia en la leyenda de la Fuente de la Mora; Valoria la Buena, donde ejercieron esa función José y Francisco González Guerra, etc.
La Inquisición en Baltanás
El investigador Juan Manuel Monge, en un estupendo trabajo publicado en la revista Camino Llano (nº 9, diciembre de 2010), ha documentado la presencia de esta figura la del Familiar del Santo Oficio en Baltanás, visible en un escudo fechado el 2 de abril de 1737, en el que aparecen la cruz, las armas de la Inquisición (una espada y una rama de olivo, que representan el trato a los herejes y la reconciliación con los arrepentidos respectivamente), el nombre de Agustín Puertas y la leyenda EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM. PSALM 73 (“Álzate, o Dios, a defender tu causa. Salmo 73”).

Agustín Puertas Núñez, nacido en Baltanás el 28 de agosto de 1702 y fallecido el 21 de agosto de 1767, casado en este municipo con Doña Francisca Calleja Villoldo el 7 de junio de 1734. Ejerció de Familiar de la Inquisición en esta localidad. Había varias categorías de Familiar del Santo Oficio, Acompañante y salvaguarda de los inquisidores, considerado como miembro de su propia familia, de ahí el nombre.
Había por un lado, Familiar de a pie frente a Familiar de caballo, siendo estos últimos pertenecientes a la oligarquía urbana, aportando prestigio social y apoyo político. Por otro lado, Familiar de número frente a Familiar Supernumerario, que eran los que estaban a la espera de que surgiera una vacante para pasar a ser oficiales.
Para ser Familiar de la Inquisición se requería limpieza de sangre, ejemplaridad de vida, vivir con honestidad, no realizar oficios considerados de clase baja ni actividades comerciales, no ser hijo ilegítimo, no ser extranjero, no ser clérigo y tener más de 25 años.
Ejercer de Familiar del Santo Oficio daba acceso a la hidalguía, además de otra serie de privilegios como portar armas, exención de gastos de guerra, etc. Entre sus funciones, figuraban la vigilancia de sospechosos, la detención de herejes, la toma de testificaciones, el traslado de reos a prisión, colaborar en la revisión de establecimientos como librerías o de actividades de comercio exterior, controlar el cumplimiento de preceptos eclesiásticos, participar en actos del Santo Oficio (principalmente en los Autos de Fe).
Los Familiares del Santo Oficio eran coordinados y controlados por los Comisarios del Santo Oficio, que debían ser clérigos con al menos 40 años y ser previsores, prudentes, ejemplares en sapiencia y costumbres, y estar llenos de celo por la Santa Fe, según se contempla en el Directorio de Eymerich, publicado en 1376. Tenían jurisdicción y gozaban de los mismos poderes que los Inquisidores Generales salvo el de dictar sentencias.

Hay otro escudo sito en Baltanás que alude de forma indirecta a un Comisario. En este escudo aparece la flor de lis y una alusión al bachiller Don Francisco Núñez de Prada, sobrino-nieto de Francisco Álvarez de Prada. Nacido el 2 de septiembre de 1582 en Baltanás, hijo de de Don Francisco y Doña Francisca Peral, donde fue Beneficiado y Cura, siendo también Comisario del Santo Oficio en Valladolid, así como creador de la procesión de Nuestra Señora del Rosario el primer domingo de octubre. Don Francisco Nuñez financia la construcción de la torre de la Iglesia de San Millán.

Inquisidores
El término Inquisidor (del latín inquirere < quaerere, "buscar", aquel que "busca" o "inquiere") era la denominación de los presbíteros que se designaban a cada uno de los tres juzgados de la Inquisición, un tribunal y organización creada para extirpar la herejía religiosa, la heterodoxia ideológica y otros asuntos rechazados por la Iglesia católica mediante la censura o expurgo (libros, comedias etc.), el castigo jurídico (multa, confiscación, sambenito) o la ejecución por la hoguera (reos rebeldes), en efigie (reos huidos o desaparecidos), por la horca (reos de condición humilde reconciliados) o por el hacha (reos de elevada condición social).

Inquisidor.
Al inquisidor jefe de cada nación se le llamaba Inquisidor General. Los inquisidores tenían formación jurídica y como tales no se dejaban influir fácilmente por prejuicios populares, por lo cual raramente procedían a quemar brujas, costumbre más bien propia de ambientes rurales e iletrados. Su labor era principalmente castigar el delito ideológico y teológico y reprimir la heterodoxia.
El inquisidor general o gran inquisidor (en latín: Inquisitor Generalis) fue la máxima autoridad oficial de la Inquisición española. El primero y probablemente el más famoso fue el “torquemadino” Tomás de Torquemada, religioso dominico.
Entre los “baltanasiegos” lo fueron :
* Sancho de Mata y Acebes, Inquisidor General del Obispado de Astorga (donde luego fue Obispo) y Vicario General e Inquisidor del Arzobispado de Zaragoza.
* Pedro Maté de Mendoza, Inquisidor en el Arzobispado de Zaragoza
* Pedro Maté de Salcedo, Inquisidor General en Cartegena de Indias, siendo el primer inquisidor que mando la Corona Española a América.
* Lorenzo Calvo de la Cantera, Inquisidor General de Llerena, de Valladolid y de la Suprema, en el siglo XVIII.

Baltanás (Palencia). Casa solariega de los Inquisidores Hermanos Calvo
Comisarios del Santo Oficio
El comisario del Santo Oficio era el ministro o delegado eclesiástico, que el Tribunal de la Inquisición tenía en los arciprestazgos y pueblos para desempeñar algunos encargos, de los que incumbían al mismo y, principalmente, para formar la sumaria en los delitos de que dicho tribunal conocía.
La parte más interesante del juicio, la que casi siempre decide de la suerte de los reos, se hallaba confiada a los comisarios.
La red de Comisarios del distrito inquisitorial proporcionaba un control eficaz durante los siglos XVI y XVII, entrando en declive a partir del XVIII.
Estos “baltanasiegos” lo fueron :
* Don Francisco Núñez de Prada. Don Juan Calvo de la Cantera. Don Josef Sanz Puertas. Don Tomás Diago.
* Tomás González Tevar, natural de Valdecañas de Cerrato, Comisionado del Santo Oficio que ejerció de canónigo racionero en Córdoba, creó en 1660 la “Obra Pía de Tevar”.

Escudo de Tomás González Tevar, ubicado en la ermita de la Virgen del Campo, en Valdecañas de Cerrato
Familiares del Santo Oficio
Familiar de la Inquisición o familiar del Santo Oficio era el nombre que recibían ciertos miembros de menor nivel dentro de la Inquisición española, cuya función era la de servir de informantes.
Sin necesidad de tener ningún tipo de voto monástico ni ingresar en el clero, sus funciones eran las de informar de todo lo que fuera de interés para la institución y ocurriera dentro de la sociedad en la que estaban integrados,1 como una tupida red de espionaje o servicio de información. Se beneficiaban económicamente de sus delaciones, además de estar protegidos ellos mismos de una posible persecución por las mismas causas que informaban. El hecho de que los acusadores en los procesos inquisitoriales no fueran públicos ni pudieran ser conocidos por los acusados, les hacía temibles. Debían estar permanentemente al servicio de la Inquisición. Convertirse en familiar era considerado un honor, ya que suponía un reconocimiento público de limpieza de sangre y llevaba además aparejados ciertos privilegios, entre ellos, que podían portar armas.
Estos “baltanasiegos” lo fueron :
* Andrés y Manuel de Ruifernández, abuelo y nieto. Agustín Puertas Núñez, y Joaquín su hijo. Manuel Gutiérrez Calvo, José Atienza Mena, Josef Tristan Martínez, todos siglo XVIII.
Convento de San Francisco
El convento de San Francisco, un edificio monumental, fue fundado en 1587 por Pedro de Zúñiga y Ana Enríquez de Cabrera, primeros marqueses de Aguilafuente, dueños de Baltanás, según la carta de venta que el emperador Carlos V firmó en Valladolid el 21 de septiembre de 1543.

Convento de San Francisco
Don Pedro de Zúñiga encargó las trazas del edificio y costeó su edificación. Parte de la piedra que se utilizó para levantar el convento procedía de una construcción que se desmanteló en la Dehesa de Valverde.
El convento fue colegio de Filosofía, más tarde casa de Teólogos y en el año 1725, colegio de misión de la Orden Franciscanos Descalzos, con 32 monjes. en advocación a Santa Ana. En 1835, durante La Francesada fue suprimido temporalmente el convento. Con la desamortización de Mendizabal, desapareció definitivamente el convento como tal.
En la fotografía se puede ver en el robusto edificio, un balcón tendido entre dos contrafuertes o las ventanas domésticas rasgadas en el muro conventual.

Convento de San Francisco
La plaza de los Olmos fue una alameda que los frailes plantaron con ochenta árboles traídos de Villaconancio y de Valle de Cerrato. A fines del siglo diecisiete, cuando los árboles ya servían para hacer con ellos buenas vigas de lagar, hubo un ruinoso pleito entre la comunidad y el concejo. Los frailes argumentaban que su fundador había dado al pueblo el cerro del Castillo, donde los vecinos tenían sus bodegas, a cambio de la alameda. Pero entretanto se fue liquidando la arboleda.
Con posterioridad, su edificio se destinó a cárcel y Sala de Audiencias del Partido Judicial de Baltanás y más tarde almacén de cereales.
El conjuro de la Bruja
Roberto Gordaliza, en su libro “Historias y Leyendas Palentinas”, relata una leyenda relacionada con la Inquisición, “El Conjuro de la Bruja”. Localizada en Vertavillo, cuenta que en una bodega apareció un manuscrito muy antiguo, que habría sido escondido allí para no ser descubierto por la Inquisición ya que relataba prácticas de brujería, en concreto un conjuro para atraer la lluvia.
Dado que las novenas y rogativas al uso no habían surtido efecto y la pertinaz sequía seguía asolando los campos cerrateños, los habitantes del pueblo debatieron si cambiar dichas novenas y rogativas por el conjuro encontrado, con todos los temores propios de sustituir a la Providencia por el poder de las brujas. Y decidieron probar. El manuscrito decía que para que lloviera había que invocar a la bruja en una noche de luna llena, alrededor de un fuego, recitando el conjuro 7 veces mientras 7 doncellas vírgenes saltaran el fuego 7 veces; después apagarían el fuego con 7 chorros de vino agrio, y si todo había sido hecho correctamente pasados 7 días comenzaría a llover abundantemente.
Buscaron a 7 doncellas del pueblo y lo hicieron todo según el manual, recitando el conjuro que decía: “Bruja de lata, ¡qué mala pata!. Bruja de paja, sube al cerezo, rueda en la rama, bruja sin pelo. Saca la escoba, prende la hoguera, cara de gato, bruja de esparto. Diente de araña, cola de sapo, Noche de noche, sangre de hiena, busca a la bruja, vuela que vuela. Miente la piedra, llora la luna, canta el diablo, ¡bruja, so bruja!. Yo te conjuro, sal de la cueva! ,bruja de lata, ¡deja que llueva! . Después apagaron el fuego como indicaba el manuscrito, y esperaron los 7 días. Pero ni gota de lluvia. Releyeron el manuscrito, convencidos de que algo habrían hecho mal, pero todo había sido correcto: la noche era de luna llena, la hoguera se encendió correctamente, el conjuro había sido recitado 7 veces, el vino estaba realmente agrio, las doncellas habían saltado 7 veces…, pero cayeron en la cuenta de un detalle que no podían asegurar que se cumpliera: ¿en verdad serían vírgenes las doncellas?
Francisca Hernández
Villavaquerín de Cerrato y Castrillo Tejeriego, albergaron episodios de la vida de Francisca Hernández una de las mujeres más famosas de la España de su época.
Nacida en Canillas (Salamanca), siendo beata franciscana conoce en 1517 en la capital charra al bachiller Antonio de Medrano, que estaba allí estudiando, iniciando con él una “estrecha relación”. Dado que el Santo Oficio castigaba las relaciones “escandalosas” entre las beatas y sus devotos, en 1519 incoa un proceso contra ella, citándola a comparecer ante el Tribunal de Valladolid el 15 de diciembre, quedando con arresto domiciliario en casa de don Bernardino Velázquez.
Antonio, también fue detenido, acusado de poner las ideas de Francisca por encima de las de doctores teólogos. Ya por entonces el Santo Oficio sospechaba que ella tenía relación con los alumbrados o iluminados, secta de carácter místico relacionada con el protestantismo.Dado que el Iluminismo no estaba aún perseguido, Francisca es absuelta, mientras a Antonio se le impone la prohibición de tener comunicación directa con ella. Pero la incumple, ya que Francisca se quedó a vivir en Valladolid en casa de Pedro de Cazalla y Leonor de Vivero (matrimonio luterano) y Antonio se instala en una vivienda cuya ventana da a la de ella, y con frecuencia la visita y pernocta con ella. Este incumplimiento provoca que en 1522, Antonio sea desterrado a 5 leguas a la redonda de Valladolid, destierro que también incumple, por lo que es obligado a irse.
Vuelve a Salamanca, donde es acusado de “deshonestidades” con mujeres y sospecha de herejía, por lo que también es expulsado de allí, yéndose a su pueblo, Navarrete (La Rioja), donde ejerce como sacerdote y clérigo beneficiado. Desde allí mantiene correspondencia con Francisca, y mediante mensajeros (unos familiares) le envía pañuelos y otras prendas. Litigios con otros clérigos provocan su excomunión, y las denuncias de varias mujeres le llevan en 1526 ante el Tribunal de la Inquisición de Logroño.
La falta de pruebas contundentes hacen que la sentencia sea leve: es obligado a abjurar de sus ideas, no predicar en privado (solo desde el púlpito), no dar la comunión a personas niñas, prescindir de su ama de llaves y pagar 100 ducados de multa.
Desde el Edicto de Toledo de 1525 la persecución del Iluminismo ya era oficial. Es considerado una secta herética por afirmar estar alumbrados o iluminados (de ahí el nombre) por la gracia de Dios, con quien tienen contacto directo a través del Espíritu Santo, lo que les llevaba a rechazar la autoridad y jerarquía de la Iglesia, así como sus dogmas. Siendo Dios quien dicta directamente su conducta, consideran que no es posible pecar, por lo que tampoco se someten a confesión.
En este contexto es detenido de nuevo Antonio de Medrano, acusado de epicureísmo (como epicureísmo se denomina el sistema filosófico fundado por Epicuro que tenía por objeto la búsqueda de la felicidad a partir del equilibrio de los placeres y la eliminación de los temores que causan ideas como el destino, los dioses o la muerte. Es considerada una rama del hedonismo) y de cometer 35 delitos. Es condenado a tormentos, y las severas torturas que le son infligidas provocan que haga declaraciones referentes a Francisca: relata los goces “espirituales”, y “carnales, aunque con intención limpia”, así como conductas que los inquisidores consideraron perversiones: cocinar para ella, vestirla, calzarla, cortarle las uñas de los pies… En su descargo indicó que si Dios no se hubiera encarnado en Cristo lo hubiera hecho en Francisca, por lo que estar a bien con ella significaba estar a bien con Dios, cuando se enojaba era Dios quien estaba ofendido, y que en definitiva Francisca le hizo pensar que los gozos de la vida no eran incompatibles con las cosas de Dios, por lo que retozar con ella no lo tenía como pecado.
Ello entronca con uno de los postulados del Iluminismo: la mezcla de una fe profunda con las pasiones de la carne. Y es que Francisca Hernández sublimaba las pasiones y las fantasías de sus devotos, que se arrodillaban ante ella como si fuese una divinidad, pero a la vez ejercían con ella actividades libidinosas. Así, otro devoto suyo, Fray Francisco Ortiz, consejero de la Orden de San Francisco de Asís, “mamaba de sus pechos la leche del Espíritu Santo y vertía sobre ella el caudal de amor y ternura que sus votos le impedían dirigir hacia otras mujeres”, según relata Ángela Selke de Sánchez en su libro “El caso del bachiller Antonio de Medrano, iluminado epicúreo del siglo XVI”, del que están sacados los datos históricos.
Las acusaciones fueron en cadena y el 31 de marzo de 1529 es detenida Francisca, encarcelada en Toledo, comienza un proceso inquisitorial contra ella que se prolonga hasta 1532, encontrando el Santo Oficio motivos para ajusticiarla.
Con ella cayó gran parte del grupo de erasmistas y luteranos de Valladolid, en el que estaba encuadrada. Su gran amistad con Doña Catalina de Guevara, hija de los señores de Villavaquerín de Cerrato, propició que uno de los encuentros con Antonio de Medrano tuviera lugar en esta localidad. Además, Doña Catalina y su esposo, Don Bernardino de Velasco, señor de Castrillo Tejeriego, la acogieron en su casa de esta localidad en el verano de 1527 y allí vivió un año y medio para estar alejada de la epidemia de peste que sufría Valladolid.
En Castrillo Tejeriego nació Miguel Delibes en 1920.
Cuando fue apresada por la Inquisición, esta pareja de cerrateños la asistieron y se ofrecieron a depositar la fianza que fuese necesaria para librarla .
FIN

Germán López Bravo
Autor del artículo.
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